30-01-2010 /19:11:16

La Fundación Picasso revisa el legado de Óscar Domínguez.

“ Un arqueólogo del inconsciente”, con esas palabras tan atinadas calificó a Óscar Domínguez (Tenerife, 1906 - París, 1957) su amigo y crítico Patrick Waldberg, queriendo así subrayar su capacidad de fabulación y de inmersión en los océanos del subconsciente, que le convirtieron en uno de los más destacados representantes españoles de la poética surrealista. Si hay un rasgo que lo caracteriza por encima de cualquier otro es su afán insaciable de experimentación y de innovación, su continua búsqueda de formas desconocidas, hasta el punto de que algunos críticos y estudiosos han señalado si ese espíritu no pudo lastrar en cierto modo la obra, debido a la falta de sosiego y de meditación sobre lo que emprendía.
En esta espléndida muestra, constituida con los fondos del TEA Tenerife Espacio de las Artes, podemos asistir a su accidentada evolución, desde las convulsas imágenes surrealistas influidas por Salvador Dalí de los años treinta, hasta sus visiones apocalípticas y oscuras del final de su vida. La exposición, antes de los cuadros más propiamente surrealistas, también nos regala uno de sus retratos de finales de los veinte, con la estilizada figura femenina y una exacta armonía cromática.
De 1936 es el más célebre de todos los objetos surrealistas que realizó, 'Ouverture ou Paris', exponente de esa «crisis fundamental del objeto» a la que se refirió Breton y que supone extirpar el sentido funcional habitual y dotar al objeto de una función absurda e inservible. La presencia en el interior de esa diminuta cárcel de cinc del mango de un violín sin las clavijas y de un reloj de bolsillo, con su alusión al paso inexorable del tiempo, otorgan a este objeto una dimensión inquietante.
De los años treinta se exponen también un buen número de decalcomanías, (sobre un papel se coloca una determinada cantidad de gouache negro, embadurnando la superficie; a continuación se coloca otro papel encima, se aplasta con una ligera presión y se despega, dando como resultado un paisaje inverosímil), una de las principales aportaciones técnicas de Domínguez al Surrealismo.
Otro de los elementos mágicos o totémicos de su obra es el drago de Canarias, ese árbol que forma parte indisoluble del imaginario colectivo de las Islas Afortunadas.
Además del simbolismo de algunos lienzos, en 1940 hace una obra, 'El cometa', que por su gestualidad anuncia el Expresionismo Abstracto.
A partir de 1941-42 la influencia de Picasso es decisiva. A pesar de que algunos han querido ver alguna influencia de la pintura metafísica, en realidad el malagueño lo absorbe por completo.
Precisamente en 1941 quiso exiliarse a los Estados Unidos, pero acabó quedándose en París, donde se suicidó en 1957.


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